viernes, 23 de octubre de 2009

Lo que puede ver un ciego

Para mi, todo fue siempre oscuro y descolorido.
Escuchaba cada sonido y cada ruido que emitía el mundo.
Pero, por mas que lo intentaba, no conseguía ver a aquel que lo interpretaba.

Si, yo era ciego y cuantas mas veces oía esta frase, menos sentido tenia todo para mi. Me decían como eran aquellas cosas que no veía y con el paso del tiempo termine acostumbrándome a ellas.
Las palpaba y las reconocía.

Me hablaban de ellas como si no supiera que existían. Pero los limites de mi imanación nunca se terminaban.

Cada vez que me sentaba en mi cama, por la noche, recordaba todo lo que me habían descrito y me imaginava todas esas cosas. Me imaginava todos los colores, los objetos y las personas que los demás veían.
Soñaba que todos ellos venían hacia mi y yo los sentía. Sentía la viveza de los colores, y brillando estaban cada vez que los recordaba.
Yo sentía la ilusión de ver mis ojos sumergidos en los preciosos tonos que el mundo había creado y que ocultaba para mi.
Me hablaban de cada color como si tuviera sentido pero para mi no lo tenia. Si me enseñaban una película , no podía admirarla; si yo tocaba una tela, no distinguía su colorido.

Así que cuanto menos veía mas grande era mi imanación y mi esperanza de poder verlo todo.
Me sentía vacío, como si quedara algo que descubrir ,pero yo nunca lo entendía.


Pero una mañana, el mundo dio una vuelta y todo cambio.



Eran las 7 en punto de la mañana, exactamente. Bostece y me frote los ojos con las manos. Me incline hacia delante y me mire en el espejo. Un momento... ¡me mire en el espejo!
Era verdad, no un sueño ni ninguna alucinación. Empecé a gritar y mi padre vino a verme. ¡Era increíble, podía verle!
Todo era tan maravilloso cuando se veía. Podía ver los colores y experimentar con ellos.

Aquella tarde fue la mejor de mi vida.

Después de la fiesta que organizaron en mi honor, salí a dar un paseo. Sentía el deseo de poder ver como era el mundo, que aguardaba ahí fuera.
Allí todo era perfecto, hacia frío, pero hacia mi vino una brisa cálida que me arropó.

Me senté en un banco y miré las hojas, que bailaban con el viento; olí las flores y tiré migajas de el pan que sobro en la cena a los pájaros que tiempo antes no pude ver. Era como si se hubiera despertado otro sentimiento en mí. Pensé que jamás había visto la expresión de felicidad en ningún rostro. Pero hoy pude verla.
Era la sonrisa de mi hermana pequeña, me la había dedicado a mí, con toda la alegría y cariño del mundo. Pude verla y también sentirla porque se metió en un hueco de mi alma y no salió de mi jamás. Me volví a casa, empezaba a oscurecer y no quería pillar un resfriado. Por la noche me desperté sobresaltado.
Había tormenta. Mire por la ventana, todo estaba oscuro, pero, iluminado por la luz de la luna, todo era mas bonito. Los enormes rayos dejaban paso para que los truenos sonaran detrás de ellos. Para mis ojos, era un espectáculo encantador.

Pasaron los meses, y después de ellos los años. Ahora soy viejo, y he vivido mi vida. He cumplido mi sueño, el de verme sumergido en los colores del mundo, que hace mucho tiempo no podía ver..

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