sábado, 4 de septiembre de 2010

lo que puede ver un ciego, segunda parte.

Continuación:



Vale, os diré la verdad. Ahora me da igual, ya he vivido mi vida y creo que estoy preparado para contarlo.

Lo de que de repente pudiera ver no fue pura casualidad.
En realidad... bueno, hice un trato con un demonio. El me concedería el sentido de la vista a cambio de...

Bueno, empezare por el principio de mi existencia.



Hace mucho tiempo, en un invierno frío, una noche nevada, en lo alto de una torre nació un niño.
Pero no fue un niño como los demás, si no que tenia un don, un poder especial que se pudo apreciar cuando esa misma noche sobrevivió a un rayo que cayó desde el cielo.

Ese mismo día, Lucifer, el demonio mas terrorífico y poderoso en persona visito a los padres del niño para hacer un trato a cambio de su hijo.

Los padres, se negaron rotundamente a entregar a su hijo, lo que hizo enfurecer al diablo y mal decirles con una promesa, algún día raptaría a su hijo y ellos no podrían evitarlo.
Ambos dos, asustados llevaron a su hijo ante el rey de la corte, para que lo acogiera y protegiera hasta que fuera capaz de cuidarse solo, entonces regresaría con ellos.

El hechicero de lo corte lanzó un hechizo a la torre en la que encerraron al niño para ponerlo a salvo.

Pero cuando el niño tan solo tenía 3 años, Lucifer logro entrar en la torre y abrir una puerta hacia el futuro. El niño, asombrado por la brillante puerta se interno en ella, apareciendo 800 años en el futuro.



Apareció dormido en medio de una carretera de San Francisco. Por desgracia, al viajar por la puerta, con tanta luz, los ojos del niño se cegaron para siempre. Afortunada mente una familia lo acogió y cuidó como si formara parte de ella.



Si, desde el principio de la historia, os habréis dado cuenta de que aquel niño era yo.
Luego viene la segunda parte, pero no la menos importante de mi vida. Tenia casi catorce años.
En la que una tarde...




...una tarde, mientras paseaba por las playas de la ciudad con mi perro, me senté en una roca, separado de todo el gentío.

Estaba pensando como serían las olas del mar, no deseaba mas que ver el color de las olas agitándose. Cuando, de repente, una voz muy convincente, pero terrorífica me susurró al oído:
-Yo puedo darte lo que deseas. Puedo hacer que tus inservibles ojos vuelvan a ver.
Asustado, dije:
-Quien es usted y que quiere...?
-Oh tan solo soy un ser con mucha experiencia en convertir deseos.

En ese momento lo entendí, había dicho un ser no un humano.
Desprendía un calor infernal, y su voz intentaba ser amable, pero aunque no pudiera ver, supe que su expresión era malvada.

-Que quieres de mi?
-Oh, tan solo una pequeña cosa sin importancia.- Respondió el. -te daré lo que desees a cambio de unos pequeñitos poderes, que abundan en tu ser.

Entonces, caí en la cuenta. Lucifer. Era tan solo un bebe cuando apareció delante mio, pero una cosa así jamás se olvida.
Recordé su malvada cara, con su cabello lacio color carmín despeinado, agitándose sobre su cabeza como si estuviera flotando bajo el agua.

-Mi don.- Dije sin saber que lo decía en voz alta.

Sabía lo que quería, lo andaba buscando desde que nací.
Pensé en las posivilidades de poder ver como veía en mi vida anterior.
Hasta entonces el don no había vuelto a servirme de mucho.

-¿Que conseguirás tu con ello?
-Nada mas que un poquito mas de fuerza para poder sobrevivir en mi mundo.
-¿Dolerá?
-¡Que va!, para nada.
Pude notar su cara tranquila y serena, confiado de si mismo.
-Te esperare esta noche a las doce, en el tejado de tu casa. Espero que hayas tomado tu decisión para entonces.
Dicho esto, desapareció.

Esa noche, mientras todos dormían,salí a mi balcón.
Había estado pensando. ¿Le iba a dar algo mio, por algo que yo había perdido por su culpa?

Sabía que para un ciego no iba a ser fácil trepar hasta el tejado. Palpé la pared, había un canalón bien sujeto, que con un poco de suerte, soportaria mi peso.
Salté, aún pensando que era una locura, para mi desgracia, el canalón estaba mojado, y mis manos resbalaron en un intento de subir. Pero, para mi sorpresa, no caí, si no que me eleve flotando en el aire hasta el tejado. Pronto supe que había sido el.

-He tomado mi decisión.-Dije con voz temblorosa.
-Y bien joven humano, ¿cual es?
- Acepto el trato, te daré mi don a cambio de mi vista.

Lucifer soltó una fuerte carcajada maliciosa.
De repente note que mis pies dejaron de tocar el suelo y me elevaba. Un fuerte resplandor invadió mi rostro.
A la mañana siguiente...


Y ya sabéis lo que pasó...

Bueno, el caso es que cometí un terrible error al darle mi don, pues el se ha fortalecido y eso ha hecho que el cause mas destrozos desde entonces:
A provocado fuertes cambios climáticos e inundaciones en el planeta.
Y lo peor de todo, ultima mente caza mas presas pues ninguna puede huir ni resistirse.

El caso, es que no hice tan mal, porque recuperé mi vista y, ahora, dentro de poco, mi don desaparecerá y el demonio será tan débil como antes.

Ahora estoy tumbado en la arena de la playa contemplando como las olas se agitan en su cálida despedida, desee que mis últimos minutos fueran allí, y por eso, pensé con fuerza en el diablo, en derrotarlo y evitar mas perjuicios a los demás.

Sentí que mi mente avandonava mi cuerpo, mientras mi corazón se esforzaba por transmitir mis últimos latidos a alguna parte de mi ser que los echaba de menos y me recordaba que aunque todo hubiera acabado, yo había vivido una larga y feliz vida junto a los mios.
Finalmente, me dejé vencer, cerré los ojos y me encaminé hacia la brillante luz que me esperaba en el horizonte.

Supongo que estas son mis ultimas palabras, y que esta es una forma de decir adiós.
Vi mi vida pasar mientras volaba libremente, vi cada momento feliz y entre ellas, la sonrisa de mi hermana pequeña aquel día inolvidable. En uno de esos últimos recuerdos, pude ver algo que no había vivido, le vi a el, Lucifer. Luchaba cabizbajo y enfurecido, porque mi don le había dejado.

Mi don, voló libre y fugaz mente hacia otro tiempo, otra dimensión en la que encontró a mi sucesor.
Exprimí esta ultima imagen en la que una niña recién nacida, brillaba con intensidad al absorber mi don, y sonreía, como aquella sonrisa que jamas olvidare.