Continuación:
Vale, os diré la verdad. Ahora me da igual, ya he vivido mi vida y creo que estoy preparado para contarlo.
Lo de que de repente pudiera ver no fue pura casualidad.
En realidad... bueno, hice un trato con un demonio. El me concedería el sentido de la vista a cambio de...
Bueno, empezare por el principio de mi existencia.
Hace mucho tiempo, en un invierno frío, una noche nevada, en lo alto de una torre nació un niño.
Pero no fue un niño como los demás, si no que tenia un don, un poder especial que se pudo apreciar cuando esa misma noche sobrevivió a un rayo que cayó desde el cielo.
Ese mismo día, Lucifer, el demonio mas terrorífico y poderoso en persona visito a los padres del niño para hacer un trato a cambio de su hijo.
Los padres, se negaron rotundamente a entregar a su hijo, lo que hizo enfurecer al diablo y mal decirles con una promesa, algún día raptaría a su hijo y ellos no podrían evitarlo.
Ambos dos, asustados llevaron a su hijo ante el rey de la corte, para que lo acogiera y protegiera hasta que fuera capaz de cuidarse solo, entonces regresaría con ellos.
El hechicero de lo corte lanzó un hechizo a la torre en la que encerraron al niño para ponerlo a salvo.
Pero cuando el niño tan solo tenía 3 años, Lucifer logro entrar en la torre y abrir una puerta hacia el futuro. El niño, asombrado por la brillante puerta se interno en ella, apareciendo 800 años en el futuro.
Apareció dormido en medio de una carretera de San Francisco. Por desgracia, al viajar por la puerta, con tanta luz, los ojos del niño se cegaron para siempre. Afortunada mente una familia lo acogió y cuidó como si formara parte de ella.
Si, desde el principio de la historia, os habréis dado cuenta de que aquel niño era yo.
Luego viene la segunda parte, pero no la menos importante de mi vida. Tenia casi catorce años.
En la que una tarde...
...una tarde, mientras paseaba por las playas de la ciudad con mi perro, me senté en una roca, separado de todo el gentío.
Estaba pensando como serían las olas del mar, no deseaba mas que ver el color de las olas agitándose. Cuando, de repente, una voz muy convincente, pero terrorífica me susurró al oído:
-Yo puedo darte lo que deseas. Puedo hacer que tus inservibles ojos vuelvan a ver.
Asustado, dije:
-Quien es usted y que quiere...?
-Oh tan solo soy un ser con mucha experiencia en convertir deseos.
En ese momento lo entendí, había dicho un ser no un humano.
Desprendía un calor infernal, y su voz intentaba ser amable, pero aunque no pudiera ver, supe que su expresión era malvada.
-Que quieres de mi?
-Oh, tan solo una pequeña cosa sin importancia.- Respondió el. -te daré lo que desees a cambio de unos pequeñitos poderes, que abundan en tu ser.
Entonces, caí en la cuenta. Lucifer. Era tan solo un bebe cuando apareció delante mio, pero una cosa así jamás se olvida.
Recordé su malvada cara, con su cabello lacio color carmín despeinado, agitándose sobre su cabeza como si estuviera flotando bajo el agua.
-Mi don.- Dije sin saber que lo decía en voz alta.
Sabía lo que quería, lo andaba buscando desde que nací.
Pensé en las posivilidades de poder ver como veía en mi vida anterior.
Hasta entonces el don no había vuelto a servirme de mucho.
-¿Que conseguirás tu con ello?
-Nada mas que un poquito mas de fuerza para poder sobrevivir en mi mundo.
-¿Dolerá?
-¡Que va!, para nada.
Pude notar su cara tranquila y serena, confiado de si mismo.
-Te esperare esta noche a las doce, en el tejado de tu casa. Espero que hayas tomado tu decisión para entonces.
Dicho esto, desapareció.
Esa noche, mientras todos dormían,salí a mi balcón.
Había estado pensando. ¿Le iba a dar algo mio, por algo que yo había perdido por su culpa?
Sabía que para un ciego no iba a ser fácil trepar hasta el tejado. Palpé la pared, había un canalón bien sujeto, que con un poco de suerte, soportaria mi peso.
Salté, aún pensando que era una locura, para mi desgracia, el canalón estaba mojado, y mis manos resbalaron en un intento de subir. Pero, para mi sorpresa, no caí, si no que me eleve flotando en el aire hasta el tejado. Pronto supe que había sido el.
-He tomado mi decisión.-Dije con voz temblorosa.
-Y bien joven humano, ¿cual es?
- Acepto el trato, te daré mi don a cambio de mi vista.
Lucifer soltó una fuerte carcajada maliciosa.
De repente note que mis pies dejaron de tocar el suelo y me elevaba. Un fuerte resplandor invadió mi rostro.
A la mañana siguiente...
Y ya sabéis lo que pasó...
Bueno, el caso es que cometí un terrible error al darle mi don, pues el se ha fortalecido y eso ha hecho que el cause mas destrozos desde entonces:
A provocado fuertes cambios climáticos e inundaciones en el planeta.
Y lo peor de todo, ultima mente caza mas presas pues ninguna puede huir ni resistirse.
El caso, es que no hice tan mal, porque recuperé mi vista y, ahora, dentro de poco, mi don desaparecerá y el demonio será tan débil como antes.
Ahora estoy tumbado en la arena de la playa contemplando como las olas se agitan en su cálida despedida, desee que mis últimos minutos fueran allí, y por eso, pensé con fuerza en el diablo, en derrotarlo y evitar mas perjuicios a los demás.
Sentí que mi mente avandonava mi cuerpo, mientras mi corazón se esforzaba por transmitir mis últimos latidos a alguna parte de mi ser que los echaba de menos y me recordaba que aunque todo hubiera acabado, yo había vivido una larga y feliz vida junto a los mios.
Finalmente, me dejé vencer, cerré los ojos y me encaminé hacia la brillante luz que me esperaba en el horizonte.
Supongo que estas son mis ultimas palabras, y que esta es una forma de decir adiós.
Vi mi vida pasar mientras volaba libremente, vi cada momento feliz y entre ellas, la sonrisa de mi hermana pequeña aquel día inolvidable. En uno de esos últimos recuerdos, pude ver algo que no había vivido, le vi a el, Lucifer. Luchaba cabizbajo y enfurecido, porque mi don le había dejado.
Mi don, voló libre y fugaz mente hacia otro tiempo, otra dimensión en la que encontró a mi sucesor.
Exprimí esta ultima imagen en la que una niña recién nacida, brillaba con intensidad al absorber mi don, y sonreía, como aquella sonrisa que jamas olvidare.
Hola bienvenido a mi blog. Aqui, he escrito algunos cuentos y redacciones que he exprimido a mi inspiracion y mezclado con amor, miedo, tristeza, alegria,animo y esfuerzo.
sábado, 4 de septiembre de 2010
domingo, 29 de agosto de 2010
lo que puede ver un ciego...
Atención, no es lo que parece, pronto descubriréis que la entrada 'lo que puede ver un ciego' no es mas que el principio de una larga historia...
sábado, 17 de abril de 2010
Mi alma en la luna
Layán era una pequeña niña de ojos pardos y melena pelirroja. Era una niña muy enigmática y a veces, un poco rara. Le gustaba vestir con ropas viejas y de colores blancos y crudos. Tenía un tatuaje desde que alcanzaba su memoria. Era el dibujo de una luna gravado en la muñeca izquierda.
Desde pequeña le gustaba estar sola y , cada noche subía a las almenas de su castillo para contemplar la luna. Pero, tenía un secreto, que guardaba con mucha cautela.
La verdad era que cuando era pequeña conoció a un extraño ser. Nunca olvidaría el día en el que lo conoció.
Una noche en la que contemplaba la preciosa luna llena, le pareció ver que su tatuaje brillaba. Entonces, al mirarlo vio algo distinto, algo extraño que no estaba antes. En la luna había dibujada también una niña. Se estremeció al ver que la niña la sonreía y le decía hola. Se dio un pellizco para comprobar que no estaba dormida y cuando volvió a mirar el tatuaje, la niña ya no estaba.
Al mirar la verdadera luna... allí estaba ahora la niña. Layan, asustada, empezó a temblar y cuando la niña que la miraba le tendió la mano se tranquilizó un poco. Al ir a agarrar su mano se dio cuenta de que era blanca como la luna.
Antes de coger la mano del extraño ser miró hacia abajo. Habían 15 metros hacia el suelo, no quería arriesgarse a caer. Cerró los ojos y agarró la mano que la niña le tendía.
Notó que la brisa le acariciaba la cara y al abrir los ojos se encontró sentada en la luna junto a su nueva amiga. Miró hacia abajo y se asusto. La niña le dijo que no mirara hacia abajo y le subió la cabeza para que contemplara algo inmenso y precioso.
Layán se quedó boquiabierta al ver que encima suyo había un cielo lleno de estrellas enormes que brillaban incansablemente.
Al acabar su preciosa expedición por el cielo, de un salto y cerrando los ojos volvió a estar en la almena.
Con el paso del tiempo, continuó viendo a su amiga y le costo mucho darse cuenta que ... no os lo creeréis pero... ¡La niña de la luna era ni mas ni menos su alma!
Un alma brillante que le mostraba lo bueno de la vida y lo feliz que sería.
Después de muchos años ese alma desapareció perdiéndose entre las estrellas , pero le dejó un recuerdo: Las noches de luna llena podría volar por el cielo, libre y brillante, vestida de blanco, como un pedazo de luna que alumbra en los rincones mas oscuros y da calidez a los sentimientos de dolor.
Desde pequeña le gustaba estar sola y , cada noche subía a las almenas de su castillo para contemplar la luna. Pero, tenía un secreto, que guardaba con mucha cautela.
La verdad era que cuando era pequeña conoció a un extraño ser. Nunca olvidaría el día en el que lo conoció.
Una noche en la que contemplaba la preciosa luna llena, le pareció ver que su tatuaje brillaba. Entonces, al mirarlo vio algo distinto, algo extraño que no estaba antes. En la luna había dibujada también una niña. Se estremeció al ver que la niña la sonreía y le decía hola. Se dio un pellizco para comprobar que no estaba dormida y cuando volvió a mirar el tatuaje, la niña ya no estaba.
Al mirar la verdadera luna... allí estaba ahora la niña. Layan, asustada, empezó a temblar y cuando la niña que la miraba le tendió la mano se tranquilizó un poco. Al ir a agarrar su mano se dio cuenta de que era blanca como la luna.
Antes de coger la mano del extraño ser miró hacia abajo. Habían 15 metros hacia el suelo, no quería arriesgarse a caer. Cerró los ojos y agarró la mano que la niña le tendía.
Notó que la brisa le acariciaba la cara y al abrir los ojos se encontró sentada en la luna junto a su nueva amiga. Miró hacia abajo y se asusto. La niña le dijo que no mirara hacia abajo y le subió la cabeza para que contemplara algo inmenso y precioso.
Layán se quedó boquiabierta al ver que encima suyo había un cielo lleno de estrellas enormes que brillaban incansablemente.
Al acabar su preciosa expedición por el cielo, de un salto y cerrando los ojos volvió a estar en la almena.
Con el paso del tiempo, continuó viendo a su amiga y le costo mucho darse cuenta que ... no os lo creeréis pero... ¡La niña de la luna era ni mas ni menos su alma!
Un alma brillante que le mostraba lo bueno de la vida y lo feliz que sería.
Después de muchos años ese alma desapareció perdiéndose entre las estrellas , pero le dejó un recuerdo: Las noches de luna llena podría volar por el cielo, libre y brillante, vestida de blanco, como un pedazo de luna que alumbra en los rincones mas oscuros y da calidez a los sentimientos de dolor.
jueves, 25 de febrero de 2010
Luz de amanecer
(los diálogos de esta historia los he traducido de el idioma de los Tíonos: el tíoc)
Cuenta esta historia, que en tiempos remotos los Ártidos, esclavizaban a los Tíonos ocultándolos en pequeñas cuevas bajo las montañas. Estos, al no recibir la luz del sol, llevaban sus corazones ahogados en amargura. Pero, esta historia también habla, de un muchacho con un corazón fuerte al que aun le quedaban el ánimo y la esperanza de algún día ser libre.
Lo llamaban Sahel, significaba en su idioma, el Tíoc, luz de amanecer. Era buen trabajador, por lo que los mayores de su tribu, le guardaban un gran respeto. Su pelo era de color castaño rojizo y sus labios finos y rosados. En cuanto a sus ojos, no lo se, pues cada vez que le mirabas fijamente los presentaba de un color distinto. Algunos decían que era por su estado de ánimo.
El aun siendo pequeño perdió a su padre en la batalla contra los Ártidos. Todos decían que había muerto por el bien del pueblo, pero dentro de su corazón, sabia que aun seguía con vida.
Algunos mayores a los que tomaban por locos habían asegurado ver a su padre bajar del cielo montado en un caballo alado.
Pero, la historia, comienza ahora:
Era un día como cualquier otro, era la décima vez que iba a recoger agua. Ayudaba a los mas ancianos llevándolos cántaros de agua que recogía de un pequeño pozo que había construido el mismo haciendo un agujero hondísimo en el suelo. Luego, le había atado un palo con una cuerda y metido un cubo, así podía conseguir agua.
Poseía una gran astucia y un don para construir cosas.
A lo que íbamos, iba de camino a la cabaña dé Umitú, el jefe de la tribu, pero no iba solo con la intención de llevarle agua, si no también de pedirle permiso para ir a la "cueva de los sabios". Así la llamaban. Era una cueva a la que se entraba por un resquicio en la pared de la montaña. Allí, todos los antecesores sabios de su tribu hacían cálculos y dibujos de planes de proyectos en la pared.
Entró en la cabaña, no sin antes pedir permiso. Umitú le recibió con alegría.
- Pasa Sahel, aquí eres bien recibido.
-Kara's,(saludó con respeto) vengo a traerte agua y también a...-No le dejó acabar la frase.
-Si, si, ya lo se, quieres ir a la cueva. Me lo llevas pidiendo días.
La entrada a la cueva estaba, tras una cortina, en la casa de Umitú.
este corrió la cortina y invito a pasar a su invitado.
La cueva, tenia el tamaño de una habitación, no muy grande. Las paredes y el techo estaban pitados con colores que representaban figuras. Se podían distinguir búfalos, ciervos y osos; cazadores, sabios haciendo rituales y niños; diseños de armas, puentes y casas.
También se distinguían guerras y batallas en los que salían reflejados los Ártidos.
-Es nuestra historia, la historia que nos hizo llegar aquí.-dijo Umitú- Ahora ha llegado el momento de enseñarte algo.
Umitú condujo a su invitado por toda la sala y se paro delante de una pared.
-es aquí.
-El que?-pero antes de volver a preguntar se dio cuenta.
En la pared que tenia enfrente de el había un dibujo, precioso. La figura representaba a un hombre montado en un caballo con alas.
-Pero... Yo creía que era mentira.
Los sabios lo decían, ahora ya lo sabes.
-Te importaría dejarme solo un momento?
-Por supuesto.-Umitú se retiró dejando unos minutos desahogarse a su invitado.
Estaba confuso, no sabía que pensar. Todas las cosas que le habían contado de su padre...
De pronto oyó un fuerte ruido, los Ártidos volvían. Tenia que huir, como sea, rápido. Los Ártidos destrozaban todo a su paso. Mataban por conseguir esclavos que trabajaran para ellos. Estaba atrapado. Fue entonces cuando se dio cuenta, a trabes de la roca entraba luz era una placa muy fina, podría romperla y huir. La golpeó con una piedra usando todas sus fuerzas. Pero la pared no cedía, miro hacia arriba buscando una solución. Y la encontró, se agarró a una estalactita que hizo temblar la cueva y la pared se rompió. Había llegado el momento, tenia que huir, pero no podía dejar atrás a los suyos. Ya era demasiado tarde. Se escurrió con cuidado por el agujero y echó a correr. No oía ningún ruido, pero sabía que le seguían por su espalda. Se encontró en un oscuro bosque.
Corrió todo lo que pudo hasta que perdió a el enemigo. Se refugió en un pequeño saliente de la montaña, se tapo con unas cuantas ramas y callo rendido.
Cuando despertó deseaba que todo hubiera sido un sueño, pero pronta tuvo que abandonar esa idea. Se encontraba en medio de un espeso bosque. No recordaba haber salido nunca de la cueva. Se sentía distinto, se sentía... ¡LIBRE!
Camino durante horas hasta que empezó a tener hambre.
Se sentó en el suelo, hambriento. De pronto escuchó un leve ruido. Sonaba como...agua. Debía de haber un rió cerca de allí. Siguió el sonido hasta que lo encontró. Se arrodillo y se lavó las manos después bebió agua hasta quedarse satisfecho.
Había calmado su sed pero no su hambre. Se fijó bien en el paisaje y pudo distinguir un nido en la rama de un árbol. Trepo por este y como supuso, encontró huevos. Le servirían de desayuno.
El resto del día lo dedicó a caminar, sin rumbo fijo.
Por la noche, miró las estrellas y soñó.
A mitad de noche le sobresaltó un ruido extraño. Antes de que pudiera darse cuenta le taparon la boca con la mano. Intentó escabullirse pero le fue imposible. La persona que le retenía hizo un gesto de silencio y dijo:
-No temas Sahel, vengo a ayudarte. Me llamo Fosc, hace muchos años pertenecí a tu tribu.
-Como sabes mi nombre?- preguntó todavía asustado.
-Eso ahora no importa he venido a ayudarte. Traigo tropas con migo y tu les guiaras
-Por que?
-debes enfrentarte a los Ártidos.
-Pero yo no se luchar.
-Yo te enseñare.
Y así practicaron hasta el amanecer.
-Ahora ya estás preparado para luchar. Debes recordar que eres poderoso, tu eres capaz de cualquier cosa. Ahora debéis poneros en camino para atacar por la noche, cuando el enemigo este dormido.
Y así , las tropas se prepararon para la lucha por la libertad.
Llegaron a la fortaleza de los Ártidos, era un enorme y oscuro castillo.
La guerra la comenzaron los arqueros, que con sus flechas despertaron al enemigo. Los demás guerreros rodearon las cabañas en las que sus contrincantes dormían para cogerles por sorpresa.
Estos, al salir a por las armas, estaban rodeados, lo que les impedía protegerse. Pero todos llevaban espada. Entonces de la fortaleza empezaron a salir mas guerreros.
Fue una larga y sangrienta lucha. Sahel se había mantenido hasta el momento en pie, como un buen guerrero, tenía estilo, tenia fuerzas y valor. Pero después de largas horas, había llegado el momento: el rey de los Ártidos, el gran Érmes, se dirigía a el con paso firme.
-Vaya, vaya. ¿que tenemos aquí? El niñito de mama se ha escapado de casa.
Los ojos de Sahel se tiñeron de un rojo intenso. Se acercó cauteloso a Érmes y desenvainó su espada.
- Pronto seremos libres. Cuando acabe contigo. -Dicho esto, Sahel se lanzó hacia el poderoso rey de los Ártidos y le intento clavar la espada. Pero este, esquivó el golpe.
Entonces probó a despistarlo haciendo como que daba un golpe por su espalda, pero dándoselo por delante.
El contrincante se dio cuenta de la maniobra y le tiro al suelo. Sahel, crellendo que estaba a punto de morir se arrepintió pensando que por su culpa los Tíonos jamás serian libres. Pero, antes de que Érmes le clavara la espada en el corazón, un caballo alado le dio una coz y le izo perder el equilibrio. El jinete de tan hermoso caballo, llamado Fosc, descargo su reluciente espada de oro sobre el enemigo, que callo rendido y murió.
-Nadie toca a mi hijo- Gritó.
Sahel se levantó, casi incrédulo y abrazó con todas sus fuerzas a su padre.
Al amanecer, las tropas se dirigieron a las montañas para anunciar su victoria.
Pero, dos personas se quedaron.
-Hijo, has de saber que no puedo acompañaros. Me necesitan ahí arriba.-dijo señalando con la vista al cielo.
Sahel asintió con lágrimas en la cara.
- Hijo, para que nunca me olvides, te regalo de mi espada de oro. Pero, has de jurarme una cosa, Cuando te hagas mayor, y solo cuando creas que puedes, debes subir al templo de las nubes y poner la espada en el tesoro dorado. Recuérdalo.
Y así montado en el precioso caballo, subió a las nubes y para despedirse de su preciado hijo, dejo caer un bello resplandor dorado, que cada amanecer aparecía y recordaba a Sahel que su padre se acordaba de el y que siempre, siempre que lo necesitara, el estaría allí para ayudarle.
Cuenta esta historia, que en tiempos remotos los Ártidos, esclavizaban a los Tíonos ocultándolos en pequeñas cuevas bajo las montañas. Estos, al no recibir la luz del sol, llevaban sus corazones ahogados en amargura. Pero, esta historia también habla, de un muchacho con un corazón fuerte al que aun le quedaban el ánimo y la esperanza de algún día ser libre.
Lo llamaban Sahel, significaba en su idioma, el Tíoc, luz de amanecer. Era buen trabajador, por lo que los mayores de su tribu, le guardaban un gran respeto. Su pelo era de color castaño rojizo y sus labios finos y rosados. En cuanto a sus ojos, no lo se, pues cada vez que le mirabas fijamente los presentaba de un color distinto. Algunos decían que era por su estado de ánimo.
El aun siendo pequeño perdió a su padre en la batalla contra los Ártidos. Todos decían que había muerto por el bien del pueblo, pero dentro de su corazón, sabia que aun seguía con vida.
Algunos mayores a los que tomaban por locos habían asegurado ver a su padre bajar del cielo montado en un caballo alado.
Pero, la historia, comienza ahora:
Era un día como cualquier otro, era la décima vez que iba a recoger agua. Ayudaba a los mas ancianos llevándolos cántaros de agua que recogía de un pequeño pozo que había construido el mismo haciendo un agujero hondísimo en el suelo. Luego, le había atado un palo con una cuerda y metido un cubo, así podía conseguir agua.
Poseía una gran astucia y un don para construir cosas.
A lo que íbamos, iba de camino a la cabaña dé Umitú, el jefe de la tribu, pero no iba solo con la intención de llevarle agua, si no también de pedirle permiso para ir a la "cueva de los sabios". Así la llamaban. Era una cueva a la que se entraba por un resquicio en la pared de la montaña. Allí, todos los antecesores sabios de su tribu hacían cálculos y dibujos de planes de proyectos en la pared.
Entró en la cabaña, no sin antes pedir permiso. Umitú le recibió con alegría.
- Pasa Sahel, aquí eres bien recibido.
-Kara's,(saludó con respeto) vengo a traerte agua y también a...-No le dejó acabar la frase.
-Si, si, ya lo se, quieres ir a la cueva. Me lo llevas pidiendo días.
La entrada a la cueva estaba, tras una cortina, en la casa de Umitú.
este corrió la cortina y invito a pasar a su invitado.
La cueva, tenia el tamaño de una habitación, no muy grande. Las paredes y el techo estaban pitados con colores que representaban figuras. Se podían distinguir búfalos, ciervos y osos; cazadores, sabios haciendo rituales y niños; diseños de armas, puentes y casas.
También se distinguían guerras y batallas en los que salían reflejados los Ártidos.
-Es nuestra historia, la historia que nos hizo llegar aquí.-dijo Umitú- Ahora ha llegado el momento de enseñarte algo.
Umitú condujo a su invitado por toda la sala y se paro delante de una pared.
-es aquí.
-El que?-pero antes de volver a preguntar se dio cuenta.
En la pared que tenia enfrente de el había un dibujo, precioso. La figura representaba a un hombre montado en un caballo con alas.
-Pero... Yo creía que era mentira.
Los sabios lo decían, ahora ya lo sabes.
-Te importaría dejarme solo un momento?
-Por supuesto.-Umitú se retiró dejando unos minutos desahogarse a su invitado.
Estaba confuso, no sabía que pensar. Todas las cosas que le habían contado de su padre...
De pronto oyó un fuerte ruido, los Ártidos volvían. Tenia que huir, como sea, rápido. Los Ártidos destrozaban todo a su paso. Mataban por conseguir esclavos que trabajaran para ellos. Estaba atrapado. Fue entonces cuando se dio cuenta, a trabes de la roca entraba luz era una placa muy fina, podría romperla y huir. La golpeó con una piedra usando todas sus fuerzas. Pero la pared no cedía, miro hacia arriba buscando una solución. Y la encontró, se agarró a una estalactita que hizo temblar la cueva y la pared se rompió. Había llegado el momento, tenia que huir, pero no podía dejar atrás a los suyos. Ya era demasiado tarde. Se escurrió con cuidado por el agujero y echó a correr. No oía ningún ruido, pero sabía que le seguían por su espalda. Se encontró en un oscuro bosque.
Corrió todo lo que pudo hasta que perdió a el enemigo. Se refugió en un pequeño saliente de la montaña, se tapo con unas cuantas ramas y callo rendido.
Cuando despertó deseaba que todo hubiera sido un sueño, pero pronta tuvo que abandonar esa idea. Se encontraba en medio de un espeso bosque. No recordaba haber salido nunca de la cueva. Se sentía distinto, se sentía... ¡LIBRE!
Camino durante horas hasta que empezó a tener hambre.
Se sentó en el suelo, hambriento. De pronto escuchó un leve ruido. Sonaba como...agua. Debía de haber un rió cerca de allí. Siguió el sonido hasta que lo encontró. Se arrodillo y se lavó las manos después bebió agua hasta quedarse satisfecho.
Había calmado su sed pero no su hambre. Se fijó bien en el paisaje y pudo distinguir un nido en la rama de un árbol. Trepo por este y como supuso, encontró huevos. Le servirían de desayuno.
El resto del día lo dedicó a caminar, sin rumbo fijo.
Por la noche, miró las estrellas y soñó.
A mitad de noche le sobresaltó un ruido extraño. Antes de que pudiera darse cuenta le taparon la boca con la mano. Intentó escabullirse pero le fue imposible. La persona que le retenía hizo un gesto de silencio y dijo:
-No temas Sahel, vengo a ayudarte. Me llamo Fosc, hace muchos años pertenecí a tu tribu.
-Como sabes mi nombre?- preguntó todavía asustado.
-Eso ahora no importa he venido a ayudarte. Traigo tropas con migo y tu les guiaras
-Por que?
-debes enfrentarte a los Ártidos.
-Pero yo no se luchar.
-Yo te enseñare.
Y así practicaron hasta el amanecer.
-Ahora ya estás preparado para luchar. Debes recordar que eres poderoso, tu eres capaz de cualquier cosa. Ahora debéis poneros en camino para atacar por la noche, cuando el enemigo este dormido.
Y así , las tropas se prepararon para la lucha por la libertad.
Llegaron a la fortaleza de los Ártidos, era un enorme y oscuro castillo.
La guerra la comenzaron los arqueros, que con sus flechas despertaron al enemigo. Los demás guerreros rodearon las cabañas en las que sus contrincantes dormían para cogerles por sorpresa.
Estos, al salir a por las armas, estaban rodeados, lo que les impedía protegerse. Pero todos llevaban espada. Entonces de la fortaleza empezaron a salir mas guerreros.
Fue una larga y sangrienta lucha. Sahel se había mantenido hasta el momento en pie, como un buen guerrero, tenía estilo, tenia fuerzas y valor. Pero después de largas horas, había llegado el momento: el rey de los Ártidos, el gran Érmes, se dirigía a el con paso firme.
-Vaya, vaya. ¿que tenemos aquí? El niñito de mama se ha escapado de casa.
Los ojos de Sahel se tiñeron de un rojo intenso. Se acercó cauteloso a Érmes y desenvainó su espada.
- Pronto seremos libres. Cuando acabe contigo. -Dicho esto, Sahel se lanzó hacia el poderoso rey de los Ártidos y le intento clavar la espada. Pero este, esquivó el golpe.
Entonces probó a despistarlo haciendo como que daba un golpe por su espalda, pero dándoselo por delante.
El contrincante se dio cuenta de la maniobra y le tiro al suelo. Sahel, crellendo que estaba a punto de morir se arrepintió pensando que por su culpa los Tíonos jamás serian libres. Pero, antes de que Érmes le clavara la espada en el corazón, un caballo alado le dio una coz y le izo perder el equilibrio. El jinete de tan hermoso caballo, llamado Fosc, descargo su reluciente espada de oro sobre el enemigo, que callo rendido y murió.
-Nadie toca a mi hijo- Gritó.
Sahel se levantó, casi incrédulo y abrazó con todas sus fuerzas a su padre.
Al amanecer, las tropas se dirigieron a las montañas para anunciar su victoria.
Pero, dos personas se quedaron.
-Hijo, has de saber que no puedo acompañaros. Me necesitan ahí arriba.-dijo señalando con la vista al cielo.
Sahel asintió con lágrimas en la cara.
- Hijo, para que nunca me olvides, te regalo de mi espada de oro. Pero, has de jurarme una cosa, Cuando te hagas mayor, y solo cuando creas que puedes, debes subir al templo de las nubes y poner la espada en el tesoro dorado. Recuérdalo.
Y así montado en el precioso caballo, subió a las nubes y para despedirse de su preciado hijo, dejo caer un bello resplandor dorado, que cada amanecer aparecía y recordaba a Sahel que su padre se acordaba de el y que siempre, siempre que lo necesitara, el estaría allí para ayudarle.
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